Así es amigas/os; vosotras/os que tenéis hijos sabréis lo que eso significa. Cuando uno de vuestros vástagos escucha algo que le apasiona, estad preparados para tener que aguantarlo una y otra vez durante un buen tiempo. Algo que al principio te hace mirar a tu hijo con ojos de: «¡mira… qué mono! y que, más tarde, con la mirada ensangrentada y los nervios de punta, se convierte en un: ¡Basta ya. ¿No hay más canciones en el mundo?!
Pues parece ser que no. Ya nos pasó con los Cantajuegos, más tarde con Frozen, cuyas canciones están arraigadas a mi cerebro más que las tablas de multiplicar (la del 8 fue imposible), y ahora las del musical El Mago de Oz… no sé si podré aguantar, aunque siempre es mejor que Justin Bieber…
Tengo que reconocer que, desde que tuve a mis hijas, he ido más al teatro que en toda mi vida adulta. Por desgracia la post adolescencia me sumió en una vorágine de salidas nocturnas que me dejaban poco tiempo para vivir el día, es decir: exposiciones, teatros, talleres, naturaleza, deporte… y aunque más tarde intenté recuperar el tiempo perdido en juergas e invertirlo en algo más provechoso para el cuerpo y la mente, lo cierto es que los trabajos que he tenido no me han permitido vivir la cultura (y el teatro) todo lo que me hubiera gustado.
Ahora es cuando más me apetece ir, pero para eso tengo que hacer malabares con las orejas y tirar de toda mi agenda familiar para poder colocar a la enanas; con lo que intento no sobrecargar al personal con una sobredosis de niñas si realmente no es algo que merezca mucho la pena ver.
El caso es que para calmar mi ansia teatral, me dedico a ir a funciones infantiles todo lo que puedo (menos de lo que me gustaría), y así puedo compaginar mi vida familiar y la de ocio sin problemas. A estas alturas puedo confesar que me he vuelto casi una experta en obras infantiles.
Me sorprendieron muy gratamente las obras alternativas, aquellas que se representan en teatros pequeños, y que, como causa de los escasos medios con los que las compañías cuentan, desprenden creatividad por los cuatro costados. Obras donde la princesa no se casa con el príncipe, sino con otra princesa (palabrita que lo he visto), y en las que toooodo parece lo que no es. Y tengo que confesar que me encantan.
El caso es que, a pesar de buscar mucho, no son muchas las obras que cuentan con un lugar físico a la altura de la obra, ni tampoco las que cuentan con dinero suficiente para decorados, vestuario y demás efectos. Así que, de vez en cuando, me encanta escaparme al Teatro San Pol, un teatro que dedica la mitad de su programación habitual al público infantil y que cuenta con una sala de butacas que muchos quisieran para sí.
Normalmente su programación es teatro clásico, aunque también acogen festivales y obras alternativas de vez en cuando. Ya he visto unas cuantas representaciones, y nunca defraudan, aunque para ser sincera, este fin de semana he visto la que más me ha gustado: El Mago de Oz.
Se trata de un musical basado, muy fielmente, en la historia de Frank Baum y la película de los años 30 (canciones incluidas, aunque traducidas). Allí encontraremos a todos los personajes: Dorita, el espantapájaros, el león, el hombre de hojalata, la bruja del Oeste (mi hija Alba es su fan absoluta) y hasta el perro Totó (un perro de verdad cuya actuación me hizo dar cien explicaciones de por qué nosotros no tenemos un perro, además de los 2 gatos). La compañía La Bicicleta (fija del teatro), fue quien hizo el montaje, y quienes se encargan de subir al escenario los cuentos de toda la vida. Excelentes decorados y efectos, además de un vestuario curradísimo y unos actores que cantan bastante bien (algo muy importante cuando se trata de un musical). No os miento si os digo que el público se levantaba del asiento a bailar y aplaudir en muchas de las canciones (yo creo que había algún familiar de los actores porque tanta efusión no era normal).
Quizás un poco larga para niños muy pequeños (casi hora y media), pero mis hijas de 5 años estuvieron sin pestañear (Marina tenía hasta la boca abierta la mitad de la obra y la otra mitad estuvo aplaudiendo como una loca) hasta el final. Puedo decir que creo que es la obra que más les ha gustado, me imagino que por el despliegue de luces, colores y las canciones.
Sin duda, una de las mejores opciones teatrales clásicas que tendremos estas navidades, porque estarán hasta el 11 de enero.
¡No os la perdáis!
Dónde: Teatro San Pol. Plaza San Pol de Mar
Cuándo: del 22 de noviembre al 11 de enero
Precio: 14-16 euros