La ruta del abedular de Canencia es una de las rutas por la serranía madrileña que más me ha impresionado, no solo porque el amarillo del otoño es aquí especialmente apabullante, sino porque el continuo rumor del agua que acompañan el camino, convierte esta ruta en un camino mágico y lleno de misterio que merece la pena recorrer al menos una vez en la vida. Además, resulta perfecto para hacer en familia.
Ruta familiar por la Sierra de Norte
Este sendero nos muestra el otoño en estado puro, ese en el que los caminos se tapizan de hojas amarillas y rojas, las setas abundan de todas formas y colores, y la niebla se abre paso entre los troncos de los pinos y abedules.
El Puerto de Canencia tiene ese encanto de bosque profundo que a todo el mundo le gusta, especialmente en otoño. Eso tiene sus inconvenientes, y es que se trata de una ruta muy concurrida los fines de semana.
Aún así, si uno se levanta temprano, cosas que con los niños es bastante complicado, puede encontrar algún sitio para aparcar en la zona recreativa del puerto. Desde allí, comenzaremos esta ruta circular, de unos 13 kilómetros de longitud, y que nos conducirá a la Chorrera de Mojonavalle y al precioso abedular de Canencia.
Datos prácticos y mapa del abedular de Canencia
Ruta hacia la Chorrera de Mojonavalle
La ruta es circular, así que no importa en el sentido que la hagas, y podría dividirse en dos tramos:
- El primero llega hasta la Chorrera de Mojonavalle, y solo tiene unos 2 km de ida y otros tantos de vuelta. Si tienes niños pequeños o poco andarines, te recomiendo que escojas esa opción.
- La segunda opción es la continuación hacia el abedular de Canencia, que nos llevará unos 13 km y se adentra en lo profundo del abedular, pero no lo recomiendo a no ser que vuestros hijos sean expertos senderistas y sean capaces de recorrer algunos kilómetros cuesta arriba con la entereza de una azafata en un vuelo con turbulencias.
Comienzo de la ruta del abedular de Canencia con niños
Nosotros empezamos por dónde está indicado, mediante un pequeño cartel de madera, el comienzo de la ruta hacia el abedular de Canencia, muy cerca de donde se encuentra una popular fuente llamada “La Raja”, que dejaremos a la derecha.
Al principio cuesta un poco encontrar el camino, pero enseguida distingues una senda a un lado de la carretera donde hay unas indicaciones hacia el abedular, y un mapa que corresponde a una ruta ciclista que nada tiene que ver con la nuestra.
Iremos en ligero ascenso, unos 500 metros, por una pista ancha de tierra entre pinos. Hacia la derecha, saliéndonos del camino ligeramente, encontramos un chozo de pastores circular que ha sido rehabilitado hace poco, donde antiguamente se guardaban productos del bosque como castañas, y que servía de refugio a los pastores. Merece la pena acercarse a verlo.
Llegada al centro de Interpretación Casa del Hornillo
Continuamos por la pista unos 300 metros hasta llegar al “Mirador del Norte”, desde donde admiramos la vista de los valles de Canencia y Lozoya. A los pocos metros, llegamos al Centro de Interpretación “Casa del Hornillo”, actualmente sin uso, y donde encontramos un merendero en el que descansar y tomar el primer tentempié de la mañana para que no decaigan los ánimos.
Continuamos por una senda más escondida, que parte del merendero, y que discurre paralela al camino ancho. La distinguiremos fácilmente porque se encuentra marcada con un letrero como “Senda ecológica” y hay un hito que marca el inicio. Va en descenso rodeada de abetos de Douglas, pinos, y algún abedul que otro, cuyas hojas amarillentas le dan ese toque tan peculiar al otoño.
Llegada a la Chorrera de Mojonavalle
A los pocos metros llegamos a La Chorrera de Mojonavalle. Un pequeño salto de agua entre rocas donde merece la pena detenerse a hacerse la foto de rigor y, si no hay mucha gente (cosa difícil), disfrutar del sonido del agua. En otoño y primavera el agua es abundante mientras que en verano que apenas veremos un ligero chorrillo.
Casi haciendo un cambio de sentido y volviendo sobre nuestros pasos, hay un pequeño sendero que desciende hasta el río, lo tomamos y continuamos sin abandonarlo hasta un cruce, o podemos bajar haciendo el cabra por campo a través (lo que más les gustó a las niñas) y descubriendo cientos de setas. Penetramos por el bosque hasta que llegamos a una pequeña senda que acompaña el lindero del arroyo del Sestil del Maíllo, afluente del Lozoya, y que nos permitirá ver el río en todo su esplendor. Ya os digo que es imposible no sacar la cámara de fotos a cada paso, encerrados entre pinos, abedules, robles, tejos, acebos, y que los niños no intenten meter en pie en el agua.
Segunda parte de la ruta hacia el abedular de Canencia
Una vez que lleguemos al cruce, donde hay un pequeño puentecillo de piedra sobre el río, tenemos dos opciones: Volver hacia el aparcamiento tomando el camino de la derecha (sin cruzar el río), con lo que la ruta senderista se acabará a los pocos metros, o continuar la ruta cruzando el río.
Muy cerca de este cruce se encuentran varios árboles singulares, entre ellos un tejo centenario, que resulta que es uno de los más emblemáticos de Madrid, así que, si el cansancio y el interés de los niños lo permiten, podemos acercarnos a verlo, y volver para continuar nuestra ruta.
De nuevo en el puente, el camino sigue por una pista ancha de tierra hasta llegar a la carretera que conduce a Miraflores de la Sierra. Atravesamos la carretera y continuamos por el sendero que discurre por unas alambradas, pero que enseguida encontraremos un paso abierto.
Adentrándonos en el abedular de Canencia con los niños
A los pocos kilómetros (metros) encontramos un pequeño desvío del camino en el que es fácil pasarse. Se encuentra en una pequeña curva del camino, y baja hasta el río. Tendremos que cruzar el río por donde buenamente se pueda, nosotros aprovechamos unos troncos que alguien había puesto, pero hasta encontrarlo tuvimos que hacer una ardua labor de investigación y varios intentos fallidos de pies en el agua (menos mal que llevábamos botas hasta el tobillo y a prueba de remojones.
Una vez atravesamos el río y saltamos una pequeña valla de piedra, encontramos una esplanada donde podemos sentarnos a comer algo y descansar del camino.
Desde ahí, parte un camino claramente visible en ascenso. Siento deciros que, a partir de este punto, los 4 kilómetros que quedan de ruta son en ascenso continuo y en algunos tramos hay bastante desnivel, así que, vais a tener que escuchar algún que otro lamento porque se hace muuuy cuesta arriba. Es el momento de sacar las provisiones de chuches o entretenimientos varios para que los pequeños gremlins no desaten toda su furia y continúen andando sin apenas darse cuenta. Si quieres saber trucos para llevar entretenidos a los niños en el camino y que aprendan a disfrutar del camino te lo cuento en este post.
El final de la ruta hacia el área recreativa
Para que no os desaniméis, aunque es cuesta arriba, esta parte del camino es la que más nos gustó a todos, porque apenas había gente y es la que discurre por el interior del abedular, según el mapa, porque para ser sincera, lo que se dice abedules no vimos muchos, pero de pinos nos hartamos. Aún así, el camino es precioso, muy silencioso y mágico, imagino que la niebla tuvo mucho que ver en crear esa sensación siniestra que nos envolvía.
Con las grandes dosis de paciencia que da la maternidad, y animando a los niños como si fueran políticos en campaña, conseguimos ascender todo lo que quedaba de camino y llegar al aparcamiento del Puerto de Canencia sin protestas y con una sonrisa en la cara.
Repetiremos seguro, porque se ha convertido en una ruta imprescindible para el otoño. Incluso con lluvia.